¿Cómo mitigar los conflictos con adolescentes?

Existen, al menos, dos recursos familiares fundamentales que permiten no sólo prevenir conflictos entre padres e hijos/as adolescentes, sino además, fomentar lazos afectivos y favorecer el bienestar y ajuste emocional de los miembros de la familia. Estos dos recursos son: (a) la comunicación positiva y empática frente a la ausencia de comunicación o la expresión hiriente y despectiva, y; (b) el estilo democrático en las interacciones sociales.

La comunicación positiva entre padres e hijos/as implica un trato cercano y afectuoso en el que enmarcar las conversaciones familiares, con la expresión abierta de opiniones y sentimientos, evitando el reproche y las críticas no constructivas y, por el contrario, fomentando el ponerse en el lugar del otro (empatía). De hecho, esta habilidad de ponerse en el lugar del otro se considera fundamental para la buena convivencia entre padres e hijos/as adolescentes y, especialmente, para poder tratar con éxito ciertas cuestiones propias de esta etapa evolutiva como, por ejemplo, la mayor demanda de autonomía.

En la adolescencia es necesario que los padres y las madres hagan una adaptación del estilo disciplinario utilizado con sus hijos/as en la niñez, para pasar de la autoridad unilateral a la reciprocidad en el trato y la negociación cooperativa sobre ciertas cuestiones.

Ahora más que nunca, optar por un estilo democrático en las relaciones familiares supondrá un claro beneficio y, como es lógico, para que todo esto se pueda llevar a cabo de manera exitosa es primordial que exista una buena comunicación en el seno de la familia que facilite la comprensión mutua entre padres e hijos/as y garantice, de ese modo, la armonía de un clima o ambiente familiar propicio para el buen desarrollo y ajuste de todos los integrantes.

Así, ambos recursos están íntimamente relacionados. En los siguientes apartados profundizamos en cada uno de ellos, comenzando por la comunicación familiar como pilar fundamental de las relaciones parento- filiales.

  • La comunicación familiar

Frente a las estrategias disfuncionales para resolver conflictos y discusiones, existe una opción fundamental con claros efectos beneficiosos: la comunicación familiar fluida, respetuosa y afectiva. Es muy importante que los padres y las madres se comuniquen con sus hijos/as utilizando mensajes claros, precisos y útiles, que se hagan entender en lugar de hablar de manera vaga o imprecisa, lo que aumenta la probabilidad de que la información se interprete de modo erróneo.

Otra recomendación es que, en la medida de lo posible, los cuidadores/as procuren no divergir en sus planteamientos, razonamientos y decisiones de educación, para que se garantice la congruencia y acuerdo en los mensajes que van a transmitir a sus hijos/as y en el comportamiento y los valores que quieren inculcarles. Por ejemplo, resulta aconsejable que ambos adultos no se desautoricen mutuamente delante de sus hijos/as, puesto que esto dificulta que los niños y niñas asimilen adecuadamente la información.

La negociación es fundamental para resolver conflictos y representa el mejor modo para conseguir acuerdos donde todas las partes implicadas se beneficien y queden satisfechas con el resultado. Para ello, padres e hijos/as deben adoptar una visión positiva del problema, escuchar y ponerse en el lugar del otro, reconociendo sus argumentos, emociones y sentimientos y expresando los suyos, así como sus alternativas y posibles soluciones.

La negociación es fundamental para resolver conflictos y representa el mejor modo para conseguir acuerdos.

En otras palabras, la negociación exige una comunicación positiva y abierta. Esto permite crear una atmósfera más relajada y cordial donde es más probable que todos se sientan comprendidos y respetados. Para que se perciba comprensión y apoyo también es necesario que se evite culpabilizar al otro de la situación conflictiva y asumir la parte de responsabilidad que tiene cada una de las partes.

Sabemos que los hijos/as de familias donde existe un ambiente y clima positivo, caracterizado por la comunicación afectiva entre sus integrantes, la baja frecuencia de conflictos y la utilización de estrategias adecuadas para la resolución de los mismos, muestran muchos menos problemas en múltiples niveles: mejor autoestima, mejor rendimiento académico, menos problemas emocionales como depresión o ansiedad, menos problemas de comportamiento, menor consumo de sustancias, mayor tolerancia a las situaciones frustrantes, amistades de mayor calidad y relaciones más positivas con los padres y las madres y otros adultos como los profesores.

En resumen, una familia que escucha y se comunica positiva y efectivamente favorece el desarrollo cognitivo, emocional y social de los hijos/as adolescentes, y asienta las bases de una convivencia pacífica.

  • La democracia como estilo parental

Los extremos en educación no resultan efectivos: ni la imposición unilateral en un ambiente autoritario, ni la excesiva laxitud en un contexto sin límites, han demostrado ser adecuados para el ajuste emocional y comportamental de los niños y niñas. Entre ese negro y blanco, encontramos el término medio de la democracia, que implica que en una familia existan derechos y deberes.

El estilo democrático es el término medio que implica que en una familia existan derechos y deberes.

En todas las familias y para todos los padres y las madres podemos observar momentos de imposición o de laxitud que dependan de las circunstancias, las necesidades, o el momento evolutivo del hijo, pero no es conveniente que estos estilos educativos sean la norma en un hogar. No hay dudas actualmente entre los profesionales de la educación y la psicología de que el estilo democrático es el que se encuentra más estrechamente relacionado con el bienestar presente y futuro de todo el sistema familiar.

Así, el modelo de familia democrática parece ser el más propicio para favorecer el desarrollo de la personalidad de los hijos/as y estimular sus capacidades, pautas sociales, habilidades de comunicación, y comportamiento respetuoso.

Esta efectividad del estilo democrático es especialmente evidente para el caso de los hijos/as adolescentes, para quienes las normas y reglas familiares utilizadas durante etapas anteriores puede que hayan dejado de funcionar, indicando que es el momento de negociar con el hijo el grado de supervisión y control ejercido por los padres y las madres dentro de un marco de afecto y apoyo, en detrimento de la imposición unilateral de decisiones por éstos, tal y como hemos ido comentando en epígrafes anteriores.

De hecho, una de las principales características de los padres y las madres democráticos que se ha vinculado con su éxito educativo es, precisamente, el hecho de que establecen expectativas sensibles y normas claras, realistas y consistentes para el momento evolutivo del hijo, lo que permite que éstos sepan en todo momento lo que se espera de ellos, reduciendo así los conflictos familiares.

En definitiva, optar por la democracia en la familia supone dotar de voz al adolescente y reconocer que tiene una serie de derechos y deberes. Los derechos se relacionan principalmente con la dotación paulatina de mayor independencia en las acciones del hijo, y los deberes se ejercen con un control razonable, no arbitrario y hasta cierto punto negociado con el/la adolescente.

Si estos derechos y deberes se manifiestan en un contexto afectivo, donde prima la participación de todos los integrantes de la familia y se promueve la expresión abierta de opiniones y sentimientos, la prevención de conductas tiranas y agresivas estará mucho más garantizada.

Los y las adolescentes, en su proceso de abandono del niño que eran ayer, valoran que se les escuche y se tengan en consideración sus puntos de vista, así como que se les motive a participar en las discusiones familiares y se muestre interés por su vida diaria.

Cuando los padres y las madres ofrecen estas oportunidades están promoviendo en sus hijos/as la potenciación de recursos psicológicos tan importantes como la autoestima y la empatía, la percepción de autovalía, el aprendizaje de estrategias adecuadas de resolución de conflictos, y la responsabilidad asumida.

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