¿Cómo hacer un uso responsable de Internet y de las nuevas tecnologías?

Tanto en la familia como en cualquier otro espacio de convivencia, es necesario que se establezcan unas normas dentro de una organización clara. Para que esas normas y tipo de organización sean satisfactorias para todos, tienen que haber sido definidas desde el diálogo, la negociación y el consenso. De hecho, para que una persona se identifique y respete unas normas de convivencia, es necesario que participe activamente en su definición. Esto quiere decir que, contrariamente al estilo parental autoritario que ya conocemos –y que significa determinar las normas familiares unilateralmente, de los progenitores a los hijos/as–, cuando los padres/madres promueven la participación activa de los/las hijos/as, éstos consideran esas normas como propias y, por tanto, es mucho más probable que las respeten.

En este contexto democrático, normas y organización nacen de los acuerdos. Para llegar a dichos acuerdos, todos los integrantes de la familia, padres, madres, hijos e hijas tienen que expresar sus motivos e intereses y aprender a escuchar los del resto de personas con respeto. Entre todos tienen que tomar decisiones y hacerse responsables de su cumplimiento. De este modo, la organización y las normas se convierten en una “disciplina cooperativa”, donde todos comparten la responsabilidad del respeto de los acuerdos. Algo que es muy diferente al tipo de disciplina fundamentado en la obediencia de unos a otros (en este caso, de hijos/as a progenitores), tal y como promueven los estilos parentales autoritarios. En un contexto democrático, autoridad tiene que ver con responsabilidad y dedicación hacia el resto de personas, y no con autoritarismo, imposición y obediencia.

La llegada de las TICs (Tecnologías de Información y Comunicación) se ha hecho visible en numerosas esferas de la vida cotidiana, siendo una de estas el hogar familiar. La digitalización de los hogares contribuye a potenciar la comunicación, lo cual supone un cambio cualitativo muy importante en la cotidianidad de las familias. No obstante, no está exenta de riesgos ya que la permanente accesibilidad y disponibilidad que ofrecen Internet y los smartphones, así como, la elevada estimulación que reciben los/as usuarios/as con esta nueva forma de comunicarse (con mensajes permanentes que retroalimentan su actividad) aumentan la probabilidad de desarrollar una adicción a las TICs. Las personas con problemas de adicción a las nuevas tecnologías no son capaces de controlar el tiempo que les dedican, optando por sacrificar otras obligaciones y compromisos (familiares, escolares, sociales), porque lo que verdaderamente les importa es la gratificación inmediata que obtienen durante la conexión y no las consecuencias negativas o problemas (familiares, académicos, económicos, de conducta, aislamiento social, de salud, etc.) que puedan surgir a medio o largo plazo. De hecho, en muchas ocasiones la adicción comienza como una forma de tapar o escapar de diferentes problemas emocionales como la timidez, la baja autoestima o el rechazo hacia la propia imagen corporal. Esto lleva a los y las adolescentes a supeditar todos los aspectos de su vida a la utilización de las TICs como un hábito. Así pues, conductas normales y gratificantes, como llamar por el móvil, enviar un WhatsApp o subir un contenido a Instagram, pueden convertirse en problemáticas en función de su intensidad o frecuencia, y de las actividades y obligaciones que se abandonan.

Cabe destacar en este punto los cambios que ha traído el confinamiento derivado de la situación pandémica de la Covid-19 en lo que respecta al uso de las nuevas tecnologías. Si bien hoy en día la exposición a los dispositivos digitales es cada mayor, especialmente en el interior de los hogares y como forma de comunicación familiar, durante el confinamiento esta exposición sufrió un incremento exponencial. No obstante, fue el colectivo adolescente el que mayor refugio encontró en las TICs durante la situación pandémica, lo cual llevó a convertirlas en la única fuente de juego, socialización y aprendizaje, modificando drásticamente su rutina cotidiana. Esta situación ha incrementado la vulnerabilidad de los y las adolescentes a desarrollar problemas relacionados con los patrones de consumo como los que se han comentado anteriormente. A continuación, se van a presentar una serie de afirmaciones referentes al hábito de uso de Internet y las nuevas tecnologías.

3 pautas sencillas para un uso responsable de las TICS:

1. Fijar horarios para el uso de las TICs (es fundamental respetar los horarios de comida y sueño) y ser capaces de no recurrir a las pantallas fuera de esos horarios acordados (de manera tanto real como mental, es decir, evitando que tanto nuestras acciones como nuestros pensamientos estén ligados a las TICs).

2. Dedicar tiempo a las tareas domésticas, repartiéndolas en familia. El tiempo que se dedica a estas tareas es tiempo que no se invierte en las TICs.

3. Priorizar actividades alternativas por encima de las TICs como:

a/Reservar un tiempo, bien sea al día o a la semana destinado a la comunicación familiar.

b/ Realizar una lista de actividades para realizar en familia: practicar algún deporte en casa o al aire libre, leer, cocinar, jugar, escuchar música, escribir, dibujar, hacer manualidades o tocar algún instrumento.

A partir de estas pautas se pretende que en familia se establezcan una serie de normas en relación con el uso de las pantallas. Aunque a priori estas pautas parecen sencillas, suponen un reto, especialmente, cuando se intenta que sean duraderas en el tiempo. Además, como progenitores tienen un doble reto ya que no es suficiente con mantener el mensaje de “no utilices tanto las pantallas”, sino que se debe ser coherente con la forma en la que se comportó el adulto/a como padre o madre, y el tiempo que él o ella utiliza dichas tecnologías.

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