Una aproximación al bienestar de padres/madres desde la perspectiva de la “Economía de la Felicidad”

Por:

Javier Salinas Jiménez

27 Septiembre 2021

En los trabajos que analizan los objetivos y funciones del Estado de Bienestar suele asumirse que su finalidad última es promover el bienestar y los niveles de satisfacción de los ciudadanos. Tradicionalmente, el bienestar se interpreta a partir de las condiciones materiales (renta) o del acceso a determinados servicios (educación, sanidad), pero la mayor parte de las veces no se tiene en cuenta el bienestar de los ciudadanos tal y como ellos lo perciben, esto es, su bienestar subjetivo. En los últimos años ha habido una creciente insatisfacción con los indicadores y estadísticas oficiales usadas para medir el bienestar y el desarrollo tales como el PIB, y una demanda creciente de incorporar otros aspectos relacionados con el medioambiente o el bienestar subjetivo. Con esta idea, el gobierno francés de Sarkozy solicitó un informe en 2008 a una comisión de expertos formada por los premios nobeles Stiglitz y Sen y el economista francés Fitoussi sobre la medición del Desarrollo Económico y el Progreso Social, que dio lugar al que se conoce como Informe Stiglitz. Iniciativas similares han surgido también en Reino Unido, con el gobierno de David Cameron, y por parte de la Comisión Europea en 2010, con el objetivo de contar con medidas de bienestar individual. Una de las conclusiones del Informe Stiglitz es que es posible contar con indicadores fiables y útiles de bienestar subjetivo que, además de proporcionar una buena medida de la calidad de vida de los individuos, permitan conocer mejor cuáles son los determinantes de ese bienestar subjetivo; esto puede contribuir a mejorar la actuación de los poderes públicos y el desarrollo del Estado de Bienestar, si el objetivo último de la intervención pública es promover el bienestar de los ciudadanos. Otro mensaje clave es que sería conveniente que los sistemas estadísticos nacionales se centren más en la medición del bienestar de la población que en la de la producción económica, elaborando indicadores estadísticos que complementen las mediciones de la actividad mercantil con datos relativos al bienestar de las personas.

‘Más allá de la visión clásica, considerando que los términos «felicidad» y «bienestar subjetivo» son sinónimos, la literatura del área de “Economía de la Felicidad” considera el bienestar en términos de cómo las personas piensan y sienten sobre sus propias vidas.’

Los economistas suelen adoptar una visión simplificada de los fenómenos subjetivos, considerando que los términos «felicidad» y «bienestar subjetivo» son sinónimos. La mayor parte de la literatura económica que se centra en el ámbito del bienestar subjetivo considera el bienestar en términos de cómo las personas piensan y sienten sobre sus propias vidas. El bienestar se define como un fenómeno psicológico caracterizado por sentimientos de placer y desagrado, felicidad y tristeza, y satisfacción e insatisfacción. Esta visión del bienestar se basa en las filosofías hedonistas y tiene como ventaja principal que es intuitiva y fácilmente comprensible por la mayoría de los ciudadanos. La base para la construcción de las medidas de bienestar subjetivo consiste en preguntar directamente a los individuos sobre sus niveles de felicidad o de satisfacción en general y en base a estos indicadores de bienestar subjetivo o felicidad auto declarada analizar los factores económicos que inciden en el mismo. Estas medidas pueden adoptar la forma de ítems individuales (por ejemplo, «En conjunto, ¿cómo de satisfecho está con su vida?” o “¿diría que es muy feliz, bastante feliz o no demasiado feliz?”, abarcando las respuestas un rango de 1 a 5, o de 1 a 10 (de menor a mayor nivel de satisfacción o felicidad).

Las preguntas sobre la satisfacción con la vida y la felicidad se incluyen desde hace años en una serie de encuestas internacionales a gran escala, como Encuesta Mundial de Valores y el Eurobarómetro, así como en estudios longitudinales de panel específicos de cada país.

A partir de estos indicadores se ha desarrollado una abundante investigación empírica que trata de analizar cuáles son los factores que determinan el bienestar subjetivo de los individuos. En estos estudios se ha puesto de manifiesto que el bienestar subjetivo aumenta conformen lo hace a renta relativa. Depende también fuertemente de factores como la salud, el hecho de tener un trabajo estable, el capital social o relacional, la espiritualidad y otros rasgos y característica personales. La edad también figura entre los factores determinantes del bienestar subjetivo, con una relación felicidad-edad en forma de U, con los niveles más bajos en torno a la edad de 43-44 años. Por último, el bienestar subjetivo es también sensible, aunque en menor a medida, a variables macroeconómicas o de entorno como la inflación, la tasa de desempleo, la desigualdad o la estabilidad económica.

La relación entre la composición familiar y el bienestar subjetivo ha sido menos estudiada y ofrece resultados contradictorios y muy influidos por el tipo de sociedad de que se trate y de las bases de datos utilizadas. En los párrafos que siguen ofrecemos una breve panorámica de lo que señalan los principales estudios realizados, prestando una atención mayor a aquéllos que realizan el análisis en países desarrollados del mundo occidental.

‘Tener hijos aporta tanto exigencias como recompensas a la vida adulta. Las demandas hacen referencia a los aspectos de la crianza que requieren inversiones y esfuerzos físicos, mentales y financieros sostenidos. Las recompensas se refieren a los aspectos de la crianza que estimulan el crecimiento personal’

Desde el campo de la Sociología se ha analizado la relación entre la maternidad/paternidad y el bienestar subjetivo utilizando una perspectiva de demandas y recompensas. El tener hijos aporta tanto exigencias como recompensas a la vida adulta. Las demandas hacen referencia a los aspectos de la crianza que requieren inversiones y esfuerzos físicos, mentales y financieros sostenidos. Las recompensas se refieren a los aspectos de la crianza que estimulan el crecimiento personal. Como señalan Musick et alter (2016), la crianza de los hijos es una «bolsa mixta» con experiencias alegres y gratificantes que se entremezclan con desafíos frustrantes y cargas de trabajo agotadoras de cuidado y educación. Aunque es difícil comparar las vidas de los padres con las de los que no lo son, en parte debido a las limitaciones de los datos, la perspectiva demandas-recompensas ofrece vías potencialmente útiles para realizar análisis más completos. Por ejemplo, diversos estudios han examinado en los últimos años los efectos de la paternidad/maternidad en algunos aspectos de la salud, como el peso corporal, los hábitos relacionados con la dieta o el ejercicio físico, el consumo de alcohol o la realización de chequeos médicos. La aplicación de la perspectiva de demandas-recompensas a la relación entre el hecho de tener hijos y el bienestar muestra, como es de esperar, resultados paradójicos. Por un lado, la paternidad/maternidad promueve orientaciones de estilo de vida más saludable, prestando los padres más atención a la dieta y a la reducción de comportamientos de riesgo; por otro, las demandas asociadas a la crianza y cuidado de los hijos limitan el tiempo de los padres para cuidarse a sí mismos.

Los estudios empíricos muestran una variedad de resultados que cubren todo el espectro de posibles relaciones entre la paternidad/maternidad y el bienestar subjetivo. Algunas investigaciones han hallado un efecto positivo de la paternidad/maternidad sobre el bienestar, mientras que otros trabajos sugieren que la relación es negativa (Hansen et alter, 2009).

Para explicar estas divergencias debemos partir del hecho de que las personas tienen diferentes gustos, es decir, que algunas quieren tener hijos y otras no. Una vez que ambos tipos han podido convertir su deseo en realidad, no hay razón para esperar que los primeros sean más felices que los segundos. Sin embargo, esto podría ocurrir si algunas preferencias son más propicias para la felicidad que otras, o si las personas con ciertas preferencias -una preferencia por los niños, por ejemplo- son más propensas a la felicidad que el resto como consecuencia de sus características (su personalidad, educación o riqueza). Por supuesto, si todo el mundo tuviera las mismas preferencias sobre tener hijos, pero algunos no son capaces de alcanzar sus objetivos, esperaríamos que estos últimos fueran menos felices.

Incluso en este marco, la conclusión de que el hecho de tener hijos pudiera estar asociada a una menor felicidad es desconcertante. Resulta contradictorio que la mayor parte de la gente dedique gran parte de su tiempo y sus energías a hacer algo que reduce su felicidad. Esta aparente irracionalidad exigiría otros modelos de comportamiento: el instinto natural, la presión social o los motivos de seguro (intentar asegurar la vejez contando con las transferencias de los hijos). Otra explicación podría ser que los individuos tienen expectativas sesgadas del impacto de tener un hijo, debido a la lenta adaptación de sus expectativas al cambio en la estructura familiar, los roles de género, el creciente individualismo y el coste de oportunidad de los hijos.

González-Hincapié y López-López (2021) estudian si existen factores (económicos, sociales, culturales, etc.) que afecten a la decisión de tener hijos, obteniendo evidencia cualitativa sobre la existencia de factores desincentivadores que terminan provocando el aplazamiento o la renuncia a tener hijos. Entre otros, la percepción de penalización para la mujer en el ámbito laboral remunerado asociada a la llegada de los hijos, junto con la percepción de costes personales en términos de ocio y libertad de movimiento, y el no alcance de la estabilidad económica considerada como idónea para la crianza de los hijos hasta edades tardías.

‘Las comparaciones entre países plantean un problema particular: los países con baja fecundidad suelen ser más ricos que los de alta fecundidad. Como el bienestar subjetivo aumenta con el desarrollo, incluso si la maternidad/paternidad fuera una fuente de mayor felicidad, esto no sería necesariamente detectable en los datos entre países. Además, el tener hijos es sin duda una elección en los países desarrollados dónde la planificación familiar es algo habitual, a diferencia de los países menos desarrollados, por lo que debería estar asociada a un mayor bienestar.’

Una aproximación que utilizan algunos estudios consiste en observar la felicidad antes y después de tener hijos, analizando si son las personas más felices o las menos felices las que se autoseleccionan para ser padres y estudiando cómo varían los niveles de bienestar subjetivo cuando tienen los hijos. Con este enfoque, Cetre, Clarks y Senik (2016), utilizando datos transversales de la Gallup World Poll y la European Social Survey y datos del Panel Socioeconómico Alemán en los que se puede seguir a los mismos individuos durante mucho tiempo, llegan a una serie de conclusiones relevantes. En primer lugar, la relación media entre maternidad/paternidad y bienestar subjetivo es negativa en los datos entre países. En segundo lugar, esta relación media es heterogénea, con un fuerte contraste entre los países en desarrollo y los desarrollados. En los países menos desarrollados con un alto nivel de fecundidad, la maternidad/paternidad está asociada a una menor felicidad, mientras que lo contrario ocurre en países ricos de baja fecundidad, especialmente cuando se produce en el «momento adecuado» (a partir de los 30 años). Sin embargo, los autores sugieren que esta correlación positiva refleja probablemente la selección hacia la maternidad/paternidad en países ricos, en la medida en que las personas más felices tienen más probabilidades de ser padres.

Deaton y Stone (2014) analizaron también la relación entre tener hijos y bienestar subjetivo llegando a la conclusión de que los individuos con hijos muestran evaluaciones de satisfacción con la vida más bajas, independientemente de la edad, en África, América Latina y el Caribe, Oriente Medio y Asia Meridional, mientras que las personas con hijos de Asia Oriental, los antiguos países comunistas y los países de habla no inglesa del norte y el sur de Europa muestran niveles de satisfacción más altos. Esta disparidad de resultados podría reflejar la autoselección para ser padres. En el estudio de Deaton y Stone se señala que los individuos que tienen hijos tienen más probabilidades de estar casados, ser más ricos, mejor educados, más religiosos y más sanos. Todas estas características están fuertemente correlacionadas con mayores niveles de bienestar subjetivo. Como señalan los autores, para la evaluación de la satisfacción con vida, los factores que hacen que las personas elijan tener hijos son esencialmente indistinguibles de los factores que generan bienestar directamente.

Otra fuente de heterogeneidad es la edad de los padres. En general, se observa que la asociación entre la maternidad/paternidad y el bienestar subjetivo es positiva para los mayores de treinta años. Deaton y Stone, por ejemplo, encuentran que los hijos mejoran los resultados de todas las dimensiones del bienestar subjetivo para los estadounidenses de 34 a 46 años, con la excepción del estrés. Margolis y Myrskylä (2011) realizaron un estudio similar utilizando los datos de la World Values Survey. En los grupos más jóvenes de edad (menos de 30 años), la felicidad cae de forma aproximadamente monótona con el número de hijos. En las edades comprendidas en la franja de 30 a 39 años, la asociación negativa desaparece, y a edades más avanzadas (entre 40 y 49, y para 50 o más) la asociación entre los hijos y la felicidad se vuelve positiva. En general, las personas que tienen hijos a edades más avanzadas y las que tienen más recursos socioeconómicos tienen una respuesta de felicidad más positiva y duradera ante el primer nacimiento que los padres más jóvenes o con menos estudios e ingresos.

Finalmente, es también importante señalar las diferencias de género en las relaciones entre el hecho de tener hijos y el bienestar subjetivo. En general, las madres pasan más tiempo con sus hijos y dedican mayor tiempo a la educación y apoyo emocional de sus hijos. Aunque en los países desarrollados los padres dediquen en la actualidad más tiempo a la crianza de los hijos que los padres de generaciones anteriores, las madres siguen dedicando un tiempo sustancialmente mayor; además, en muchas ocasiones, el tiempo de los padres con los hijos suele consistir en actividades relacionadas con el juego y el ocio. Las diferencias de género en las experiencias de crianza de los hijos se extienden más allá del cuidado directo de los hijos. Algunos estudios sugieren que las madres pueden tener una transición más difícil a la maternidad, sufriendo disminuciones en la autoestima (van Scheppingen et alter, 2018) y descensos más pronunciados en la satisfacción de las relaciones durante los primeros años de maternidad. Estas discrepancias en las interacciones entre padres e hijos podrían estar asociadas con las diferencias de bienestar entre madres y padres.

‘Se ha comprobado que los padres tienen mayores niveles de bienestar subjetivo que los hombres sin hijos (Nelson et alter, 2013), pero los resultados para las madres han sido mucho menos consistentes’

En definitiva, los estudios llevados a cabo analizando la relación entre la maternidad/paternidad y el bienestar subjetivo ofrecen, en muchas ocasiones, resultados poco concluyentes que dependen de la especificación estadística, el tipo de medida del bienestar, los países analizados y de características individuales de los padres como su edad o su nivel de renta. Es, por lo tanto, necesaria una mayor investigación en este campo para determinar la relación existente entre ambas variables.

Tablas y figuras

Cuadro 1: Bienestar subjetivo y número de hijos, según edad y nivel de renta

Fuente: Margolis & Myrskylä (2011), Figura 5. A partir de datos de World Values Surveys (1981–2005),
Nota: Las líneas conectan los coeficientes de los modelos de regresión que predicen la felicidad -medida en una escala lineal de 1 (nada feliz) a 4 (muy feliz) – con el número de hijos (0, 1, 2, 3, 4+), controlando el sexo, la situación socioeconómica, los ingresos, el estado civil, el país y el año.             ■ p<.05 ● p<.10 o ○ p≥.10

Referencias

  • Cetre, S., Clark, A.E. y Senik, C. (2016): “Happy people have children: Choice and self-selection into parenthood”. European Journal of Population, 32 (3), 445-473.

Link: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5505668/

  • Deaton A. y Stone, A. (2014): “Evaluative and hedonic well-being among those with and without children at home”. Proceedings of the National Academy of Sciences, 111(4):1328–1333.

Link: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3910586/

  • Hansen, T., Slagsvold, B., y Moum, T. (2009): “Childlessness and psychological wellbeing in midlife and old age: An examination of parental status effects across a range of outcomes”. Social Indicators Research, 94(2), 343-362.

Link: https://link.springer.com/article/10.1007/s11205-008-9426-1

  • González-Hincapié, V. y López-López, M.T. (2021), “¿Aplazando la llegada del primer hijo? Un estudio cualitativo sobre las percepciones en torno al retraso de la fecundidad”. Revista Papers. 2021, 106(2), 221-2.

Link: http://dx.doi.org/10.5565/rev/papers.2735

  • Margolis, R., y Myrskylä, M. (2011): “A global perspective on happiness and fertility”. Population and Development Review, 37(1), 29-56.

Link: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/21714198/#:~:text=We%20find%20that%2C%20globally%2C%20happiness,with%20the%20number%20of%20children.&text=Most%20importantly%2C%20we%20find%20that,most%20from%20upward%20intergenerational%20transfers .

  • Musick, K., Meier, A., y Flood, S. (2016): “How parents fare: Mothers’ and fathers’ subjective well-being in time with children”. American Sociological Review, 81(5), 1069–1095.

Link: https://journals.sagepub.com/doi/full/10.1177/0003122416663917

  • Nelson, S. K., Kushlev, K., English, T., Dunn, E. W. y Lyubomirsky, S. (2013): “In defense of parenthood: Children are associated with more joy than misery”. Psychological Science, 24, 3-10.

Link: https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0956797612447798

  • Van Scheppingen, M., Denissen, J., Chung, J. M., Tambs, K. y Bleidorn, W. (2018): “Self-esteem and relationship satisfaction during the transition to motherhood”. Journal of Personality and Social Psychology, 114, 973-991.

Link: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28795822/

Javier Salinas Jiménez

Universidad Autónoma de Madrid

Catedrático de Universidad