¿Por qué es tan importante descansar?

Junio 2024

Ya han pasado una inmensidad de ajetreados días (seguidos, afortunadamente, de sus noches) desde que el famoso filósofo griego Plutarco dijera que “El descanso es el condimento que le da sabor al trabajo» y, sin embargo, parece que en este siglo XXI todavía no nos hemos enterado de que las personas no somos máquinas, lo que implica irremediablemente que periódicamente necesitamos hacer un parón en medio de nuestra vorágine de actividades para poder descansar.

No deja de ser llamativo cómo el ser humano tiene que volver una y otra vez sobre las mismas ideas, por esenciales y básicas que parezcan, ya que de lo contrario tiende a olvidarlas y a vivir al margen de ellas, con el consiguiente desgaste y violencia interior que supone actuar al margen de la realidad y del sentido común.

Sin duda, la importancia del descanso es una de estas ideas fundamentales sobre las que periódicamente hay que hacer el esfuerzo activo de volver; por lo que, ya acercándose las vacaciones, no queremos dejar de rescatarla con la esperanza de que al menos este verano no se quede encerrada en el “baúl de los recuerdos”.

Y es que en muchas ocasiones experimentamos la sensación de que el día a día nos echa carreras, nos urge, nos demanda y sobrepasa, nos apremia y nos invade. Esto se convierte en algo dramático cuando el hábito de saltar de una cosa a otra sin reflexión ni solución de continuidad se convierte en una inercia y acabamos casi olvidando que existe la posibilidad y la necesidad de detenerse, aunque sólo sea el tiempo suficiente para preguntarnos si estamos yendo (o corriendo) en la dirección adecuada.

Quizás valdría la pena preguntarnos a qué se debe esta incapacidad de descansar. Siempre es fácil culpar a la vida, al “sistema”, a la sobre exigencia ambiental, y a todos los factores exteriores que queramos enumerar (cuyo peso es real y no pretendemos desdeñar); pero hay un factor que a menudo no contemplamos y es el de nuestra propia libertad para decidir.

Muchas veces somos nosotros mismos los que no nos permitimos el descanso y hacemos, consciente o inconscientemente, todo lo posible por boicoteárnoslo. Las razones pueden ser múltiples, y cada cual tiene las suyas, pero si tuviéramos que enumerar las “grandes enemigas del descanso” que encontramos más habitualmente en las personas a las que acompañamos serían:

Por un lado, la falta de conocimiento, ya que casi automáticamente damos por sentado que sabemos descansar, parece tan sencillo como echarse a dormir una siesta, pero el hecho es que incluso a esto necesitamos aprender, ya que hay muchas formas de cansancio (que, aunque ciertamente están relacionadas entre sí, pueden requerir estrategias diferentes para ser solventadas) y todavía más formas de descanso (y no a todos nos sirven las mismas).

Es importante aprender a distinguir qué tipo de cansancio tengo en cada momento (físico, emocional, mental, espiritual, social, ambiental, etc.) y una vez detectado, experimentar con distintas opciones de descanso hasta averiguar cuáles son las más efectivas para mí: así, por ejemplo, ante un cansancio emocional, algunos encontrarán que lo que les ayuda es alejarse y poner en orden sus sentimientos mientras que otros se verán reconfortados hablando con alguien de sus preocupaciones; y ante un cansancio mental, unos preferirán ver una serie, otros hacer meditación, leer un libro entretenido y algunos completar un puzzle o realizar alguna tarea manual.

Las posibilidades son infinitas, de ahí la necesidad de explorar y aprender de manera personal, hacer experiencia de lo que a mí en concreto me sirve.

Por otro lado, a muchas personas les cuesta descansar porque se han educado en una mentalidad de eficacia exagerada, donde el descanso está “mal visto”, ya que es sinónimo de flagrante vaguería o de pérdida de tiempo en el mejor de los casos.

Estas creencias se inician demasiado a menudo por padres realmente bienintencionados, que con el loable objetivo de dar a sus hijos una buena formación e inculcarles el valor del esfuerzo, terminan sin embargo generando entornos de excesiva exigencia y perfeccionismo, donde los niños pasan las horas de actividad en actividad sin tener apenas espacios de juego, de silencio y ¿por qué no? incluso de aburrimiento, tan beneficioso para desarrollar el pensamiento creativo.

No son pocos los que consultan por cuadros de ansiedad y estrés, y en el transcurso del proceso terapéutico acaban observando que la raíz del problema es que se sienten culpables cuando “no están haciendo nada”, lo que les conduce a un activismo que termina desbordándoles y afectando su salud.

De modo que el cuerpo acaba gritando lo que la mente no permitía reconocer, y así la aparición de estos síntomas físicos (que tienden a hacerse cada vez más graves si son ignorados) con algo de suerte se convierte en la señal de alarma para que la persona se replantee la dirección que ha estado llevando.

Dicho lo cual, te invitamos a ejercitarte en el “arte del descanso” estas próximas vacaciones, explorando cómo estás en este tema (quizás puede ayudarte plantearte cuestiones como: ¿Me cuesta darme permiso para tomarme un respiro? ¿Tengo el hábito de buscar momentos de descanso en mi rutina diaria? ¿Llego con un excesivo cansancio al final de curso? ¿Desde cuándo me pasa? y experimentando con distintas maneras de descansar, para ver cuáles te resultan de más ayuda.

Pista: descansar puede ser algo más pasivo (dormir, tumbarse en el sofá, “mirar las musarañas”, etc) o más activo (pasear, leer, pasar tiempo con familia y amigos, etc). No importa tanto lo que hagas, sino la sensación que te queda después de hacerlo: si al terminar te sientes reconfortado, más sereno, con una sensación de “gusto” o “alegría” interior, como “reconciliado” contigo mismo y con más energías para afrontar lo que pueda venir, te informamos de que vas por buen camino.

¡A por ello y feliz verano!

Si necesitas más ayuda contacta con nosotros en unifam@accionfamiliar.org o llamando al 914461011 ext.1.

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