La variable maternidad, un elemento intangible esencial en el análisis de nuestra realidad socioeconómica.
Antonio Jesús Sánchez-Fuentes, Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI-UCM) & GEN-UVigo
Director del Grupo de investigación “Políticas de Familia” de la Universidad Complutense de Madrid
— Febrero, 2023
En un foro como este Blog de Investigación, de forma natural y recurrente, emerge la relevancia de la familia en los distintos ámbitos que se han ido cubriendo en cada una de las entradas previas. Esto hace que, si bien puede haber posicionamientos concretos controvertidos, al tratarse de una esfera privada y/o íntima de nuestra vida donde juegan un papel relevante tanto factores objetivos como subjetivos, hay poca discusión respecto el importante impacto que nuestros padres, madres, abuelos/as, hermanos/as, primos/as, nietos/as, suegros/as, tíos/as, etcétera, han tenido sobre nuestras circunstancias actuales tanto en el ámbito personal y familiar como en el socioeconómico y/o profesional.
Por ello, los/as analistas del área de “Políticas de Familia” de todas las Ciencias Sociales y Jurídicas tratamos de entender estos vínculos, tan esenciales como intangibles, de forma que se consiga identificar aquellos roles familiares que puedan ver condicionada su participación plena en la sociedad y, así, construir un marco institucional donde se garanticen los derechos de desarrollo personal y profesional pleno para todos los distintos miembros de la familia.
En relación con este hecho, una de las limitaciones que debemos enfrentar en nuestros estudios es el hecho de no contar con información directa fiable sobre los vínculos de parentesco que unen a los miembros de un mismo hogar o, en un escenario ideal, de cómo se relacionan los distintos hogares que pertenezcan a la misma familia, dentro de la muestra seleccionada. Si lo último constituye un reto enorme y complejo al que las recientes técnicas del Big Data nos deberían acercar de forma progresiva, lo primero debe ser una aspiración factible para aquellos organismos que proporcionan información estadística oficial, como se viene insistiendo por parte de organismos como la Organización Internacional del Trabajo (ver OIT, 2018, Box 7).
Así, en esta entrada ilustraremos la relevancia de incluir información acerca del parentesco en genérico y, en particular, sobre la necesaria visibilidad de la variable maternidad/paternidad ya que, si bien impacta de forma compleja e intangible en ocasiones, es fundamental de cara a comprender mejor fenómenos tan relevantes como, la brecha salarial de género, o el impacto de la tenencia de hijos donde las circunstancias personales y familiares de cada individuo, entre otros.
En esta línea, un primer ejemplo que cabe mencionar son las cifras usadas en el caso de España para medir la evolución de la brecha de género salarial, obtenidas en ocasiones con la Encuesta Anual de Estructuras Salariales, que no incluye en ningún caso la composición del hogar y, por lo tanto, hace imposible inferir/cuantificar como, entre otros factores, la maternidad/paternidad impacta sobre las brechas salariales de género registradas [1].
Al respecto, López-López et al. (2018) realiza la estimación empírica para el caso español del impacto de la tenencia de hijos sobre los ingresos salariales de sus padres y madres en el momento del nacimiento, usando distintas fuentes de datos a nivel individual. En concreto, los autores emplean las Muestras anuales de declarantes publicados por la Agencia Tributaria y la Muestra Continua de Vidas Laborales, publicada por el INE.
Así, como puede verse en la Figura 1, los autores encuentran que tener descendientes condiciona de forma significativa la senda salarial esperada, especialmente para las mujeres que sufren un impacto negativo hasta los 42-43 años, coincidiendo con su edad fértil. Al contrario, en el caso de los hombres, la penalización que se obtiene (panel derecho) es menor antes de los 32-33 años para, a partir de esa edad, pasar a obtener diferenciales positivos.
Estas sendas permiten identificar si la tenencia de hijos altera la brecha salarial de género que obtendríamos para el total de la población. Así, en la Figura 2 obtenemos los diferenciales registrados para mujeres (izq.) y hombres (der.), según la edad de nacimiento del descendiente. De esta forma, en términos de salario bruto, el impacto marginal negativo estimado de tener descendientes para una mujer de 30 años [2] es de aproximadamente 5 mil euros, mientras que para los hombres gira en torno a 1.500 euros, lo que nos indicaría que la brecha salarial agregada se vería incrementada de forma notable en el caso de incluir esta circunstancia personal/familiar.
Un segundo ejemplo ilustrativo que queremos revisitar en esta entrada es el vinculado a la visibilidad de la maternidad, por su especial significación dentro del ámbito familiar. Lo hacemos, replicando parcialmente las estimaciones realizadas en López-López et al. (2019), donde se usaban algunas de las bases de datos que usamos en nuestro “Observatorio para la situación de las familias en España” [3], para intentar dar respuestas a una pregunta “¿cuántas madres hay en España?” que, en términos estadísticos, tiene más dificultad de lo que cabría esperar en un primer momento.
De forma introductoria, en la Figura 3 -panel derecho-, destacamos, de forma sintética, algunos patrones importantes que pueden condicionar la evolución reciente en el ámbito de la maternidad en España. Entre otros, podemos observar cómo los hogares españoles postergan, cuando no renuncian, a la tenencia de hijos, cómo se desprende del mayor peso de las mujeres que son madres por primera vez de 30 a 39 años, y del menor peso de aquellas que se sitúan entre 20 y 29 años. También observamos cómo, en términos comparados, ha aumentado el peso relativo de las “nuevas” madres un 10% respecto a 1975, donde, de acuerdo a las estadísticas de nacimientos, sólo el 40% de las madres de ese año lo fueron por primera vez.
Una vez situado el contexto ya conocido de reducción de la natalidad que vivimos en la actualidad (Figura 1, panel izquierdo), los autores identifican encuestas/estadísticas regulares en el tiempo y que, al menos de forma indirecta, permite computar “el número de madres españolas que conviven con sus hijos/as”, lo que se erige como la aproximación más factible a la pregunta anterior. Para ello, en la Tabla 1, podemos observar como en cada caso, en función de cómo quede codificada la variable “Relación de parentesco”, tenemos que identificar estrategias alternativas de cómputo. Existen matices, sin embargo, que deben ser tenidos en cuenta.
Primero, en la EPF (Encuesta de Presupuestos Familiares) la variable “RELASP” (Tabla 1), que recoge la relación de parentesco de cada persona del hogar con el sustentador principal, no va más allá de distinguir pareja/cónyuge e hijo/a del sustentador principal perdiéndose las posibles relaciones de parentesco existente entre los miembros del hogar (no se considera la opción “abuelo/a”, por ejemplo). Como consecuencia, no somos capaces de capturar aquellos hogares donde convivan tres generaciones de madres, como si hacemos en otras como la ECH (Encuesta Continua de Hogares), ECV (Encuesta de Condiciones de Vida) y EPA (Encuesta de Población Activa).
Segundo, no todas las encuestas pretenden reproducir el mismo universo poblacional. Por ejemplo, mientras que las diferentes encuestas podrían ser más similares entre sí, la muestra de declarantes de IRPF pretende aproximar (el número total real de declaraciones efectuadas cada ejercicio), que no tiene por qué estar correlacionado con la población total española. Además, si bien estas declaraciones son mayoritariamente individuales (2/3 del total), también existen muchas conjuntas, lo que dificulta la tarea de identificar el peso poblacional de las mujeres madres.
Sobre esta base, en la Tabla 2 presentamos una visión aproximada a la realidad española de acuerdo con las diferentes fuentes seleccionadas. Así, incluso para un rol tan central en el ámbito familiar como el de las madres, puede verse la heterogeneidad del número absoluto, con un rango min-max de más de 470,000 madres, si excluimos a la Encuesta de Fecundidad, donde sólo se alcanza a identificar una madre por hogar.
A continuación, para profundizar en la heterogeneidad de las estimaciones obtenidas, en la Tabla 3 analizamos la composición del colectivo de las madres identificadas en cada una de las fuentes estadísticas incluidas. Para ello, se divide por [4]; (i) grupos de edad, (ii) tipo de hogar, (iii) situación profesional, (iv) estado civil, (v) nivel de estudios, y (vi) nacionalidad.
Primero, en cuanto a los grupos de edad, observamos el poco peso de las madres de 20 a 29 años en todas las encuestas (5% como máximo). Además, en cuanto a la EPA, dada su vinculación a la participación real o potencial en el mercado de trabajo, impide separar el peso total de forma correcta la participación de madres de mayor edad o que no están activas en el mercado de trabajo. Al margen de esto u otros factores aquí omitidos, los tramos de edad centrales (de 30 a 59 años), como cabría esperar, aglutinan la mayor parte de las madres que conviven con sus hijos/as. Sobre todo, porque, como se ha explicado, en nuestro análisis muchas madres pierden su condición una vez sus hijos/as ya no conviven con ellas en el mismo hogar.
Segundo, en lo relativo a los tipos de hogar, hay que destacar que la información de partida en las distintas encuestas es muy heterogénea. Por ejemplo, mientras que la EPA no proporciona ninguna variable al respecto, la EPF ofrece más de 10 clasificaciones alternativas. Por este motivo, los autores buscaron una categorización de los hogares homogénea que, al mismo tiempo, permita obtener conclusiones para tipologías de hogar clave en el diseño de políticas públicas de familia. Los resultados muestran el mayor peso de los hogares con uno o dos hijos frente a los monoparentales y aquellos que tienen tres o más hijos (que, como máximo alcanzan valores alrededor del 10%). Por ello, se estaría dificultando estudiar con la suficiente robustez el impacto de posibles configuraciones de políticas públicas sobre estos colectivos que son, en muchos casos, el objetivo primordial de muchas de ellas.
En tercer lugar, podemos analizar el impacto de la situación profesional de las madres. Así, los resultados indican de forma consensuada que, aunque el nivel de ocupación se sitúa alrededor del 55%, se registra un porcentaje no despreciable de madres (15-25%) que no participan en las actividades remuneradas concentrando toda su actividad en las tareas domésticas del hogar.
Cuarto, en cuanto al estado civil de las madres, obtenemos unas cifras similares para la mayoría de las encuestas. El estado civil mayoritario es el matrimonio, con cotas aproximadas del 70%, repartiéndose el resto de categorías un 10%, una vez agregamos aquellas que están separadas y/o divorciadas, tal y como hace la EPA. La Encuesta de Fecundidad representa en esta ocasión la excepción en cuanto a la presencia de más madres solteras y menos viudas.
Por último, estudiamos el impacto del nivel educativo y la nacionalidad. En el caso del nivel educativo, predominan las madres con nivel educativo bajo (casi la mitad del total de madres) representando quizás la mayor penalización por maternidad que sufren en el mercado laboral aquellas madres con un nivel de estudios más elevados (como se analizó en López-López et al, 2018). En el caso de la nacionalidad, las extranjeras representan, aproximadamente, un 15% del total de madres estimadas en cada una de las fuentes.
Estos dos ejemplos ilustrativos, y otros muchos no citados aquí, ponen de manifiesto el enorme impacto que nuestro contexto familiar tiene sobre nuestras decisiones económicas y sociales. No incluirlos en el análisis de estas sólo puede contribuir a desviarnos de sus factores explicativos genuinos. Vivimos un momento histórico en lo que se refiere a una mayor disponibilidad de información, junto con el desarrollo creciente y continuado de herramientas y metodologías de análisis novedosas. Todo junto, debería acercarnos a una identificación más precisa de estas complejas redes de parentesco entre los distintos hogares y, sobre todo, a proporcionar una mayor visibilidad de quienes contribuyen tanto al desarrollo personal pleno de todos nosotros.
En esta entrada nos hemos enfocado en el caso de las madres, que aún soportando en muchas ocasiones penalizaciones adicionales en lo profesional a lo largo de su ciclo vital, contribuyen al desarrollo pleno de sus hijos/as de forma decisiva. Hemos alcanzado estimaciones heterogéneas e incompletas que, en ningún caso, deberíamos dar por aceptables. Al cuestionar e intentar mejorar la precisión de estas cifras, ponemos en valor la labor de todas aquellas que, al dejar de convivir con sus hijos/as en el mismo hogar, ya no son contabilizadas como tal. Su tarea ha sido tan importante que no podemos olvidar a ninguna de ellas.
— Referencias
- López López, M.T., Sánchez-Fuentes, A.J. y González-Hincapié, V. (2019) “Mapa de la maternidad en España 2018”, Fundación REDMADRE.
Enlace: https://www.redmadre.es/el-mapa-de-la-maternidad-2018-presentacion/
- López López, M.T., González Hincapié, V., Sánchez-Fuentes, A.J. y Prieto Rodríguez, M. (2018). ¿Existe penalización por maternidad? Mujeres y mercado laboral en España desde una perspectiva de familia. Informe Técnico. Editorial CINCA.
- Organización Internacional del Trabajo (2018) Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Avance global sobre las tendencias del empleo femenino 2018. Ginebra.
— Tablas y figuras:
[1] A efectos ilustrativos, podemos referir al informe actualizado de forma regular en la página del Instituto Nacional de Estadística:
[2] La edad media a la que se es madre por primera vez en España estuvo durante el periodo analizado en López-López et al. (2018) en valores próximos a los 30 años (29,34 y 30,69 para 2005 y 2015, respectivamente).
[3] https://accionfamiliar.org/investigacion-observatorio-2023/
[4] Cabe recordar que, si bien se ha intentado definir las categorías de la forma más homogénea posible en cada una de las fuentes, el punto de partida de construcción de estas variables categóricas puede ser muy heterogéneo.