Destino: Vacaciones de verano.

Después de muchos meses de trabajo y tras otro año marcado por las consecuencias de la pandemia, por fin llegan las tan esperadas vacaciones de verano. En esta época del año la palabra DESCANSO invade nuestros ambientes y cobra una importancia especial. No es de extrañarse, ya que el ritmo sin pausa del trabajo, la familia, los amigos y los estudios hace que precisemos de un merecido descanso para recargar las fuerzas.

Inevitablemente surge la pregunta que seguramente más de uno de nosotros se ha hecho: ¿cómo descansar? Para algunos descansar estará asociado con llenar su agenda de un sinfín de actividades que normalmente no puede realizar en su día a día por la falta tiempo, mientras que para otros será buscar alejarse de toda actividad. La tendencia a situarse en alguno de estos dos extremos es normal, ya que el ser humano tiende a los polos (todo o nada) por naturaleza. Las dos opciones son igual de válidas.

Lo verdaderamente importante es decidir de manera consciente cómo quiero disfrutar de mi tiempo de ocio en vacaciones. Y para saber decidir es necesario conocerme, saber reconocer lo que necesito en este momento de mi vida: en unos casos será visitar una ciudad preciosa sin dejarme ni un solo rincón por recorrer, en otros sentarme con un libro delante del mar y en otros será una mezcla de ambos (no nos olvidemos que otras gamas de colores también existen y que es bueno aprender a movernos entre ellas).  En todo caso, lo importante es conectar con lo que necesito. Como estamos hablando de necesidades personales, no existen unas vacaciones estandarizadas, ya que mis necesidades pueden ser diferentes a las del otro.

Independientemente de la opción que elijamos, para poder descansar el tiempo de vacaciones debería permitirnos:

  • Espacios de silencio exterior e interior: el silencio exterior (desconectar un poco del móvil y del correo del trabajo, por ejemplo) sin duda nos ayuda a promover el silencio interior. El silencio interior es importante para poder escucharnos, escuchar lo que pensamos y sentimos y que muchas veces en el ritmo frenético del día a día no podemos percibir. En nuestro cerebro existen estructuras a las que conocemos con el nombre de cresta de la concienciación y que sólo se activan cuando paramos, cuando estamos en silencio. Esto nos permite hacer conciencia de los acontecimientos vividos a lo largo del día y de las emociones, pensamientos y sensaciones físicas relacionadas con estos. Este proceso es fundamental para generar aprendizaje acerca de nosotros mismos y el mundo que nos rodea.
  • Espacios de comunicación con los demás: En este año en el que el contacto directo con el otro se ha visto afectado, buscar momentos para comunicarse con los que compartimos los días de vacaciones (que en la mayoría de casos son amigos o familiares), resulta fundamental. Para comunicarnos podemos buscar espacios de intimidad como quedar a tomar un café con esa amistad a la tengo muchas ganas de ver pero que aún no he podido, dedicar tiempo a preparar una rica comida y disfrutarla en familia con una sobremesa larga que nos permitan ponernos al día, jugar sin prisas con nuestros hijos a ese juego que llevan tiempo pidiéndonos jugar. Comunicar implica dialogar, es decir, es un intercambio entre dos o más personas. No es un monólogo. ¿Qué comunicar? Comunicar mis emociones y pensamientos, y a la vez estar dispuesto a escuchar lo que los otros quieran confiarme. Compartir con personas en las que confiamos y por las que nos sentimos acogidas nos ayuda a regular nuestras emociones, a explicarnos el mundo que nos rodea de manera adaptativa y a sentirnos acompañados en nuestra experiencia. Esto es realmente importante, sobre todo cuando atravesamos situaciones emocionalmente complicadas como la que está generando la actual pandemia.
  • Por último, pero no menos importante, nos deja un pozo de alegría. Cuando lo que hacemos responde a los deseos de nuestro corazón este se llena de alegría y nos queda una gran sensación de satisfacción. Esto es una buena señal de que nuestro tiempo de descanso es real. Irse de vacaciones no es pasar el tiempo sin más de manera pasiva.

Decidas lo que decidas hacer, las vacaciones son un tiempo valioso en el que puedes darte permiso para emplear tiempo en tareas sencillas y aparente poco útiles que te ayuden a relajar el cuerpo y la mente (jugar en la playa con la arena y el agua, pasear por la montaña, respirar el aire puro, sumergirnos en un libro interesante, maravillarnos por la belleza de las ciudades, invertir tiempo en juegos de mesa, tomar helados, reírnos y compartir con los que queremos, disfrutar de la comida sin las prisas por llegar a tiempo a otro sitio, ver una peli, darnos un chapuzón en la piscina…) que para cumplir con la idea de lo que es ser productivo (realizar múltiples tareas con resultados visibles) ya tenemos el resto del año. ¡Buen descanso!

Vanessa Moreno-Psicóloga AFA.

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