Guia Acoso 2023

Consecuencias del acoso escolar

Si bien el acoso escolar afecta principalmente al alumno o alumna que sufre las agresiones reiteradas de sus compañeros/as, las consecuencias negativas del acoso van más allá. El acoso escolar afecta también al alumnado que observa estas situaciones y que teme ser un objetivo futuro de los/as agresores/as, a los/as propios/as agresores/as que se envalentonan frente a su grupo y que asumen un comportamiento cada vez más problemático, y al clima socioemocional del aula donde conviven profesorado y alumnado.

Así, la existencia de estas situaciones provocará efectos negativos en toda la comunidad educativa.

La violencia en centros escolares perjudica las relaciones sociales, tanto entre alumnos/as como entre alumnado y profesorado, desmoralizan y desmotivan, obligan a focalizar la atención en las medidas a tomar en lugar de poder continuar con armonía con el objetivo de la enseñanza. La violencia genera también un clima escolar negativo, que se traduce en una mayor preocupación de todos y todas por gestionar la situación para recuperar el bienestar y la normalidad cuanto antes. Pensemos que las situaciones de acoso implican un ataque directo a los valores democráticos de la escuela, a los valores de igualdad, tolerancia y paz, desarrollando miedo y conflicto, aspectos incompatibles con los objetivos educativos y de enseñanza en un contexto de respeto mutuo y diálogo.

Para la víctima, el acoso escolar supone una situación sumamente estresante y que repercute de forma muy negativa en su bienestar psicológico general.
Aunque las consecuencias del acoso van a depender de la duración y la intensidad del mismo, las víctimas suelen expresar siempre sin excepción sentimientos de soledad, ansiedad, síntomas depresivos, baja autoestima, descenso en el rendimiento académico, sentimientos de infelicidad, problemas de insomnio y otras quejas somáticas (como dolores de cabeza, dolor de estómago, náuseas o vómitos), rechazo a asistir a la escuela y, en los casos más graves, ideas acerca del suicidio. No olvidemos que las víctimas viven con miedo: con miedo a que la agresión se agrave y con miedo a represalias por las amenazas que pueden estar recibiendo por parte de su agresor/a o agresores/as si desvelan su situación y señalan al culpable.

Algunas de estas consecuencias, como los problemas de ansiedad y los síntomas depresivos, pueden mantenerse incluso años después de haber sufrido el acoso, y para algunas víctimas puede ser necesaria la ayuda y el apoyo de profesionales para superar esta situación.

Para padres, madres y profesorado, observar cambios repentinos en la víctima, como, por ejemplo, miedo a ir al colegio, problemas de ansiedad o insomnio, dolores de estómago o dificultades de concentración, falta de energía o incapacidad para concentrase, pueden ser señales a partir de las cuales preguntarles si están inmersos en algún problema en la escuela.

Ante estos síntomas, es necesario indagar qué los provoca, preguntar al niño/niña o adolescente qué es lo que le preocupa o qué situación está viviendo que deviene en el estrés que siente. Como es lógico, cuanto antes se detecte el problema, antes se podrá también buscar una solución y evitar que las consecuencias en las víctimas sean más graves. Además, la detección de una situación de acoso escolar activará automáticamente los protocolos establecidos en educación para intervenir en cada caso.

En el caso de los/as espectadores/as, el hecho de conocer estas situaciones también puede generar en los/as testigos sentimientos de culpabilidad en caso de no ayudar a la víctima, o de vulnerabilidad en caso de ayudar y temer la represalia de ser también victimizados por su defensa explícita.

Otros/as espectadores/as que son más indiferentes al sufrimiento de la persona victimizada o que sienten que no pueden hacer nada por mejorar las situaciones injustas pueden, sin embargo, reforzar posturas individualistas y egoístas, mostrar una creciente insensibilidad hacia la violencia, y fomentar la falta de solidaridad ante los problemas del resto.

En los/as agresores/as existe el peligro de que decidan generalizar su comportamiento violento en otros contextos y de perpetuarlo como hábito en su vida, al haber asociado la conducta agresiva con la obtención rápida y eficaz de lo que desean, ya sea prestigio, poder, fama o liderazgo.

Esto conlleva necesariamente el establecimiento de relaciones de carácter problemático no sólo en la escuela sino también en la familia, y en otros contextos de interacción.

También pueden agravarse aspectos como la falta de control de impulsos, el carácter autoritario e impositivo, y el uso de la fuerza y la amenaza, así como la merma de la capacidad empática, la pérdida de interés en los estudios y, en casos más extremos, la posibilidad de presentar conductas delictivas en la adultez.

De hecho, algunos de estos comportamientos pueden implicar responsabilidades civiles y penales, pues determinadas manifestaciones del acoso escolar son constitutivas de delito de lesiones, delitos contra la libertad por amenazas o coacciones, y delitos contra el honor. Cuando el/la autor/a del delito es menor de edad se aplica la ley reguladora de la responsabilidad penal de los/as menores, que exige en nuestro país la responsabilidad de las personas mayores de catorce años y menores de dieciocho por la comisión de hechos tipificados como delitos o faltas en el Código Penal.

Guía acoso escolar y ciberacoso

    1ª edición 2023 – Financiada por la Delegación Del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas