Desde niños el juego forma parte de nuestra forma de relacionarnos con el mundo que nos rodea. Creamos escenas para representar el mundo real y aprendemos a través de la experiencia, con la libertad que ello implica.
Cuando jugamos nuestro cerebro se adapta, el hemisferio izquierdo, encargado de la parte racional, reduce su actividad, y el hemisferio derecho, encargado de la parte emocional, toma el control.
Mediante la técnica de la caja de arena tanto niños como adultos pueden expresar emociones (miedo, tristeza, rabia, alegría…) y adquirir experiencia en la resolución de sus conflictos internos. A través del juego se facilita la integración de su personalidad trayendo el contenido psíquico al consciente presente, lo cual facilita la expresión y elaboración de sentimientos.
¿QUÉ OCURRE EN EL CEREBRO CUANDO JUGAMOS?
La mera presentación de la caja, ya incita a la curiosidad. Tanto la memoria implícita como explícita se ponen en funcionamiento para poder crear una escena.
De esta forma, contenido que no puede ser relatado desde lo consciente por su peso emocional consigue, a través del acto regresivo del juego y haciendo uso de los símbolos (figuras) que funcionan metafóricamente como palabras y la composición de escenas como gramática, emerger a lo consciente. Este proceso en sí mismo es curativo, y tiene valor diagnóstico y terapéutico. Es de hecho, una técnica muy recomendable a la hora de tratar el trauma.
ELEMENTOS IMPLICADOS EN LA TÉCNICA DE LA CAJA DE ARENA
Para llevar a cabo la técnica, se hace uso de una caja, arena seca o húmeda en su interior, y una serie de figuras disponibles por parte del terapeuta.
- Las figuras funcionan como las palabras que no pueden ser dichas y que, a través de su contenido simbólico (personas, de animales, vegetación, naturaleza, comida, o medios de transporte) pueden expresar aquello que desde el léxico no somos capaces, o no podemos acceder a ello.
- Las escenas se pueden considerar como una fotografía tridimensional de la psique de la persona. Si bien no hay una valoración por parte del terapeuta, hay ciertas variables que se tienen en cuenta, y el propio relato del paciente, nos da información acerca de lo que está ocurriendo.
- El terapeuta, acompañando y supervisando –pero no interactuando- durante todo el tiempo al paciente, le indica que elija las figuras que más le llamen la atención. Con ellas, deberá crear una escena de la que finalmente, podrá contar una historia, y/o poner un título.
Es de suma importancia no hacer valoraciones sobre lo que está ocurriendo –de ahí el no interactuar- ya que la subjetividad puede ser el mayor de los riesgos en lo que a fiabilidad se refiere. Recordemos que nuestros contenidos también pueden interferir mientras se lleva a cabo la técnica.
Es realmente conmovedor comprobar cómo las escenas van transformándose a lo largo del proceso.
Dejarnos llevar, relacionarnos con los diferentes elementos de la caja, sin juicios por parte del terapeuta ni de nosotros mismos, ya es en sí mismo sanador, pudiendo dar solución a situaciones que hasta el momento no habían visto luz de ninguna otra manera.
Amanda Lanchas – Psicóloga AFA
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