Aprende a quererte… ¡más y mejor!

Uno de los objetivos de trabajo que más se repite entre las personas que atiendo es éste: “aprender a quererme más”. Este aprendizaje está, sin duda, muy relacionado con la capacidad que tengamos de cuidarnos. Cuidamos lo que queremos.  Actualmente el papel de lo que se denomina “Autocuidado” está cobrando mucha importancia. En las redes sociales podemos encontrar un gran número de personas y publicaciones que nos hablan de ello. Sin embargo, es necesario comprender de manera adecuada qué significa autocuidarse.


Autocuidarse
consiste en escuchar y validar lo que sentimos, lo que pensamos y lo que expresa nuestro cuerpo.  Esto se traducirá en una serie de acciones que me ayuden a trasmitirme el mensaje de que puedo hacerme cargo de mí mismo en todos mis aspectos (emocional, pensamiento y corporal). Es importante saber que cuando hablamos de acciones no nos estamos refiriendo a hacer actividades sin parar para sentirme mejor (a veces hacemos demasiadas cosas para evitar sentir, pensar o percibir las sensaciones de nuestro cuerpo que nos resultan incomodas o desagradables). Esto no es autocuidado, es pseudo autocuidado. Ya hemos dicho que autocuidarse es escucharme no acallarme 😉

La capacidad de autocuidarnos depende en gran parte de las experiencias de cuidado que hayamos tenido con nuestras figuras de referencia en nuestra infancia: “aprendemos a cuidarnos a través de cómo nos ha cuidado el otro”. Cuando somos pequeños no tenemos desarrollada aún la capacidad de interpretar porqué sentimos malestar. Son nuestros padres quienes nos ayudan a ir descubriendo el motivo por el cual me siento así: unas veces será porque tengo sueño, otras porque tengo hambre, otras porque me duele la tripita, otras porque me siento solo o porque tengo miedo…En definitiva, me ayudan a saber interpretar lo que experimento a nivel emocional y corporal y, a descubrir a través de qué acciones puedo responder a mis necesidades (obviamente cuando somos pequeños son nuestros padres los que responden a éstas, pero a medida que crecemos vamos aprendiendo a hacerlo nosotros hasta que somos autónomos en este aspecto).

Un aspecto a tener en cuenta en el tema que tratamos es que cuando lo que sentimos y pensamos es agradable y nos gusta, es más fácil ser amable con uno mismo. Parece que todo cuesta menos. Sin embargo, ocurre todo lo contrario cuando lo que siento y pienso me genera dolor, y muchas veces en lugar de intentar quererme “me ataco, me desprecio”. Es como si a un niño que se ha caído y se ha hecho una herida, le ponemos mala cara y le regañamos, cuando en realidad lo que necesita es que alguien le abrace (probablemente ha sentido miedo y dolor físico) y le ayude a curar su herida. La frase para describir esto sería algo así como: “Quiérete, cuídate cuando peor te sientas (emocional o físicamente) porque es cuando más lo necesitas”.

Otras de las dificultades que nos encontramos a la hora de autocuidarnos es que lo identificamos con ser egoístas. Idea que no nos suele gustar mucho. Es importante saber que, si yo no me quiero bien, me será más difícil querer bien al otro.  Cuando somos niños nuestro pensamiento, por naturaleza, tiende a los polos (blanco o negro, bueno o malo, todo o nada, siempre o nunca…) y durante nuestro desarrollo una de las tareas de nuestras figuras de referencia es ayudarnos a descubrir a que entre los polos existe una escala de grises o de más colores. Esto es fundamental para desarrollar un pensamiento flexible, lo cual es una clara ventaja adaptativa, ya que me va a ayudar a interpretarme a mí mismo y a los demás de una manera más realista.

En relación con el autocuidado, tener una visión flexible nos ayuda a no estar siempre en la necesidad del otro (como si nosotros no contásemos) o lo contrario, a estar siempre en mi necesidad (como si el otro no existiese).  La idea es que podamos tener espacio tanto para nosotros como para los demás. En este aspecto es fundamental aprender a decidir cuándo responder a mi necesidad y cuándo a la del otro.

¿Cómo saber cómo voy de autocuidado?

Quizás puedas hacerte estas preguntas que te pueden dar pistas para saber si sería buena idea prestar más atención a tu autocuidado (tomadas de la Escala de autocuidado de Anabel Gonzalez, Dolores Mosquera, Jim Knipe, Andrew Leepds & Miguel Angel Santed, 2017):

  • ¿Cuándo estoy mal hago cosas que me hacen sentir aún peor?

  • ¿Cuándo estoy mal me enfado conmigo mismo por estar así?

  • ¿Dedico tiempo a hacer cosas agradables o divertidas?

  • ¿Me dejo ayudar?

  • ¿Soy capaz de pedir ayuda?

  • ¿Me echo siempre la culpa de todo?

  • ¿Me critico internamente todo el tiempo?

  • ¿Permito que la gente invada mi espacio personal?

  • ¿Hago cosas que se me perjudican?

  • ¿Soy incapaz de decir que no?

Existen muchas formas de autocuidarse: comer sano y equilibrado, hacer un poco de deporte, leer, ver una peli o serie agradable, pasear, dormir, hablar, estar en silencio, buscar compañía, pintar, escribir, llorar, parar y no hacer nada… Lo fundamental para poder descubrirlo es aprender a escuchar tus emociones, ya que como os contaba en un post anterior, son las que nos ayudan a descubrir lo que necesitamos en cada momento. Otro aspecto que nos da información valiosa sobre cómo estamos es nuestro cuerpo, el cual está muy vinculado a la parte emocional. El cuerpo expresa lo que sentimos.

En el día a día a veces resulta complicado pararse a mirar cómo me estoy sintiendo y ver qué necesito, por eso ahora que se aproximan las vacaciones es un buen momento para poner en práctica el autocuidado, ya que tenemos más tiempo para nosotros. Desde luego no es una tarea sencilla y toma su tiempo descubrir las maneras que me ayudan a cuidarme, pero sin duda no es un tiempo perdido.

Con paciencia poco a poco irás viendo el fruto: hacerte cargo de ti mismo.

Puedes llamar a nuestro Servicio de orientación familiar y recibir la orientación o el apoyo psicológico que necesites en el 91 4461011 ext. 1 o escribirnos a unifam@accionfamiliar.org. Estaremos encantados de poder acompañarte!