La anorexia nerviosa y la bulimia
Existe un dicho que afirma que “para presumir hay que sufrir” y otro anuncia que “lo que es moda, no incomoda”. ¿Hasta dónde es posible llegar? A veces para lograr más “belleza” estamos dispuestos a dejar entrar sufrimiento en nuestra vida, a cambio por ejemplo de conseguir un aumento artificial de la estatura o del tamaño de partes del cuerpo. En otras ocasiones el problema es el peso y el deseo irrefrenable de adelgazar, o bien de no aumentar ni un gramo, asociando delgadez a belleza. Son numerosas las modelos que han expuesto sus problemas relacionados con los trastornos de alimentación en este sentido.
El temor a engordar y tener sobrepeso se pueden convertir en un problema cuando la persona rehúsa comer. En la anorexia nerviosa ocurre precisamente esto, es decir, la persona decide dejar de ingerir alimentos voluntariamente por ese miedo intenso a ganar peso. La mayoría de personas afectadas son chicas jóvenes, es más, se ha detectado que la edad de inicio está reduciéndose, ya que se han encontrado casos de niñas anoréxicas a la edad de 10 años. La Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB) informa que también existe un porcentaje en aumento de chicos que representan aproximadamente a 1 de cada 10 adolescentes con anorexia nerviosa.
Estas características permiten diagnosticar un problema de anorexia nerviosa según la Sociedad Americana de Psiquiatría, un grave trastorno de la alimentación que conduce a un estado mantenido de malnutrición que puede conllevar incluso a la muerte, a causa del debilitamiento de los órganos vitales por inanición, es decir, por la reducción extrema de los nutrientes, vitaminas y energía necesaria para el funcionamiento del organismo:
✔ Negativa a mantener un peso corporal normal o por encima del valor mínimo normal para la edad, estatura y sexo.
✔ Miedo intenso de ganar peso, incluso estando por debajo del peso normal.
✔ Distorsión en la percepción de la propia imagen
✔ Negación del problema y del peligro que comporta el bajo peso corporal.
Algunas personas son más vulnerables que otras para padecer anorexia nerviosa. Por ejemplo, se ha observado un mayor número de casos entre modelos, bailarinas, atletas o gimnastas, es decir, entre las personas para cuya profesión o hobby la imagen corporal es de suma importancia. También los y las adolescentes muy preocupados por su físico constituyen un grupo con mayor probabilidad a padecer este trastorno de la alimentación que requiere de grandes dosis de voluntad y autocontrol. Por ello, no es casual que el perfil de la persona anoréxica sea mayoritariamente el de una persona responsable y estudiosa, que tiende a un perfeccionismo exagerado.
A menudo se trata de chicas jóvenes que son buenas estudiantes, pero que también presentan importantes problemas emocionales como baja autoestima y ansiedad. Así como la dificultad para identificar, aceptar y expresar emociones y necesidades internas. Gran rigidez, perfeccionismo, hiperresponsabilidad, y necesidad de aprobación. Cuando el problema está muy avanzado aparece también un peor rendimiento académico y en sus relaciones sociales porque el pensamiento se vuelve extremadamente obsesivo y tienen graves dificultades para concentrarse en otra cosa que no sea la alimentación, lo que provoca un deterioro en sus metas en otros ámbitos.
👉🏻 En el caso de la bulimia, encontramos una fuerte relación con el déficit de control de impulsos, por lo que el trastorno puede venir acompañado por otros problemas como autolesiones, robo, abuso de substancias y promiscuidad sexual. El/la adolescente que la padece consume grandes cantidades de comida de manera descontrolada y rápida y en un corto período de tiempo (lo que se conoce como “atracón”), y acto seguido intenta deshacerse del elevado consumo de calorías que ha ingerido a través de “purgas”, como la inducción del vómito, el ayuno temporal, el ejercicio vigoroso, dietas restrictivas o la utilización de laxantes y diuréticos, todo ello realizado de manera oculta. Este trastorno de la alimentación es más habitual que la anorexia nerviosa y también es más probable que se desarrolle en personas obsesionadas con su imagen corporal y su peso.
Estos son los comportamientos habituales en las personas con bulimia y que permiten el diagnóstico:
✔ Comer en un período corto de tiempo una cantidad de comida claramente mayor a la que la mayoría de la gente comería en un período similar de tiempo y en las mismas circunstancias.
✔ Pérdida de control del acto de comer (“no poder parar de comer”, “no poder controlar cuánto o qué se come”).
✔ Comportamiento compensatorio para prevenir la ganancia de peso (vómitos, ayuno, uso de laxantes…)
Los y las adolescentes con bulimia muestran claros signos de depresión y ansiedad, tienen conciencia de su problemática y sienten poderosos sentimientos de culpa por su comportamiento, especialmente después de un atracón. Aunque en el caso de la bulimia la persona no suele padecer problemas de desnutrición tan severos como en la anorexia nerviosa, sí tiene grandes complicaciones físicas en su aparato digestivo.
Su aparato digestivo sufre constantemente por los continuos vómitos inducidos, que suponen el paso frecuente de ácidos digestivos por el esófago que terminan dañándolo, al tiempo que producen graves erosiones dentarias. Otros problemas psicológicos y emocionales asociados a este trastorno de la alimentación son la depresión, ansiedad, angustia, dificultad para el control de impulsos, consumo de sustancias (abuso de alcohol, por ejemplo), mentiras para ocultar su problema y tentativas de suicidio.
Adquirir buenos hábitos de alimentación es fundamental para la recuperación de la persona que padece estos problemas alimentarios, junto con otras recomendaciones para la prevención que pueden trabajarse con los y las jóvenes al hilo de las actividades que proponemos a continuación y que, en definitiva, nos invitan a: educar en una actitud crítica ante la presión de los estereotipos culturales; potenciar la autoestima de los menores: elogiarlos por como son y reforzar positivamente por todo lo que tiene que ver con su personalidad y sus habilidades en lugar de lo que tiene que ver con la apariencia física; plantear metas realistas y alcanzables respecto del físico “soy como soy” o “puedo hacer mejoras realistas y saludables”, favoreciendo la imagen corporal positiva; y reforzar que el/la adolescente se vaya sintiendo cómodo (y no avergonzado) de su proceso de cambio corporal hacia el cuerpo adulto.
Guía financiada por la Delegación Del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas