Abrazando mis emociones

“No quiero sentirme así» o «no debería sentir esto” son frases que escuchamos con relativa frecuencia en la gente que nos rodea o en nosotros mismos. Y es que, aunque en los últimos tiempos se ha empezado a hablar más del papel de las emociones (lo cual es estupendo), la manera de vivir el mundo emocional es algo que se pasa de generación en generación y nos va a llevar algún tiempo restaurar la idea que tenemos sobre lo que sentimos. Sin duda todo un reto, ¡pero no imposible!

Pero, ¿por dónde empezar? Al tratarse de un tema de mucha importancia y que a veces se nos antoja complejo, quizás el primer paso sea comenzar con una sencilla psicoeducación sobre emociones (y a partir de aquí podemos profundizar más y más). Esto es importante porque no puedo trabajar sobre algo que no conozco. Primero tendré que saber qué son, qué función tienen y porqué surgen para después saber qué hacer con ellas. Suena lógico, ¿verdad? Sin embargo, solemos saltarnos lo primero para intentar controlar lo que sentimos.

¿Qué pensarías si te digo que quiero comprarme un coche, pero un coche sin motor? Todas las personas a las que les he preguntado esto, me han mirado perplejas (cómo pensado: pero ¿qué pregunta tan absurda es esta?) y me han respondido lo siguiente: ¿pero para qué quieres un coche sin motor? ¡no lo vas a poder utilizar, no se va a mover! ¡Exactamente! Entonces les explico que para las personas las emociones son lo que el motor para un coche. Las emociones nos mueven. ¿Hacia dónde? Hacía lo que necesitamos en cada momento. Por tanto, intentar prescindir de ellas no es la mejor idea, no es lo más sano para nosotros.

Aceptar que son imprescindibles a veces nos puede resultar complicado, ya que hay emociones que vemos como malas (miedo, rabia o tristeza, por ejemplo). Es normal y muy legítimo que nos cueste verlo así, ya que estas emociones nos hacen sentir de manera desagradable. Pero el que sean desagradables no significa que sean malas. Aquí hago un breve paréntesis: las emociones están inscritas en nuestra naturaleza, venimos con ellas de serie, y, por tanto, experimentarlas nos puede provocar sensaciones desagradables o agradables, pero por si mismas no angustian. Cuando nos angustiamos al sentirlas es porqué hemos tenido experiencias en nuestra historia en las que estas emociones han estado presentes con gran intensidad y no hemos podido gestionarlas de manera adecuada (muchas veces porque nadie nos ha enseñado cómo hacerlo, porque no hemos tenido la compañía necesaria…). En todo caso, aunque nos angustien tampoco son malas. Su presencia intenta informarnos de qué algo nos ocurre y que estaría bien poder mirar qué es.

Cada emoción trae consigo un mensaje que es importante saber descifrar para así poder tener una relación amistosa con ella. Anabel Gonzalez en su libro “Lo bueno de tener un mal día” explica de manera sencilla el papel de cada emoción. Aquí te dejo un brevísimo resumen de alguna, pero te aconsejo leerlo. No tiene desperdicio.

Miedo: nos prepara para reaccionar de manera efectiva ante un estímulo que interpretamos como peligroso. Cuando el miedo es demasiado intenso nos bloquea y no sabemos reaccionar, no podremos protegernos.

Enfado o ira: al igual que el miedo es una emoción que nos lleva a protegernos. Cuando ira se activa somos capaces de luchar por lo que queremos, pero si es demasiada intensa y no hemos aprendido a gestionarla podemos explotar como una olla exprés.

Tristeza: esta emoción tiene que ver con el dolor emocional ante lo que consideramos una pérdida y nos lleva a buscar comprensión y consuelo en el otro.

Asco: nos permite alejarnos o escapar de peligros. Normalmente el asco está asociado a comida (es su finalidad principal), pero también podemos sentir asco por los demás o por nosotros mismos.

Vergüenza y culpa: aparecen cuando sentimos que hemos cometido un error. La vergüenza está relacionada con una valoración negativa sobre nosotros mismos, mientras que la culpa con la valoración negativa de una conducta. Ambas sentidas en una adecuada intensidad nos llevan a corregir aquello que nos desagrada.

Alegría: nos permite acercarnos a lo que nos resulta agradable. Nos da energía y ganas para hacer cosas.

Como ya hemos dicho las emociones por si mismas no son malas. Lo que puede resultar problemático es la manera a veces poco adaptativa con la que hemos aprendido a gestionarlas: evitar o suprimir o, al contrario, darles rienda suelta y dejar que tomen el control.  Y quizás nos preguntemos, entonces ¿cuál es la manera adecuada de gestionar lo que siento? Todo lo contrario, a evitar, rechazar o dejarme desbordar. Es aceptar y abrazar lo que siento.

Esto que se escucha tan bonito, no es una tarea fácil. Para ello, como he dicho antes lo primero es tener una idea básica, diría incluso, teórica de las emociones (qué son, qué funciones tienen) y después ahondar en cómo han estado presentes en mi historia de vida, cuáles he vivido con más intensidad, cómo he aprendido a gestionarlas desde pequeño.

Como dice Anabel: “De pequeños, solo sentimos sensaciones indefinidas y, como máximo, tenemos un sensor que nos dice que son desagradables y que alguien tiene que hacer algo…Cuando crecemos con personas que se llevan bien con sus emociones, vamos aprendiendo a conocer las nuestras y llevarnos bien con ellas”).

Si percibimos que no nos llevamos bien con nuestras emociones, quizás hemos recibido una idea errónea sobre éstas y, por tanto, sea buena idea iniciar el camino hacia una visión más positiva y acogedora de las mismas. Anabel Gonzalez en su libro “No soy yo” nos proporciona alguna de estas ideas positivas sobre las emociones:  emociones como sensores para entender el mundo y a nosotros mismos, las emociones nos hablan de una necesidad y de la acción necesaria para obtenerla, la importancia de darme permiso para sentir y dejar que las emociones fluyan…

Puedes llamar a nuestro Servicio de orientación familiar y recibir la orientación o el apoyo psicológico que necesites en el 91 4461011 ext. 1 o escribirnos a unifam@accionfamiliar.org. Estaremos encantados de poder acompañarte!

Bibliografía utilizada y recomendada:

  • Gonzalez, Anabel. Lo bueno de tener un mal día (2021). Parte 3: El arte de emocionarse.
  • Gonzalez, Anabel. No soy yo (2017). Capítulo 3: Reaprendiendo a sentir.