Observatorio Socioeconómico. Volumen I.
Situaciones de especial vulnerabilidad, personas y hogares según presencia de discapacidad.

Enero 2025

En esta nueva edición de nuestro Observatorio de Familia de 2025, introducimos cambios significativos en la estructura de años anteriores con el objetivo de adaptar el análisis que venimos realizando de la situación de las familias en España a las nuevas fuentes estadísticas disponibles en el ámbito demográfico. No excluimos este reto presente y futuro de la sociedad española. Al contrario, lo reforzamos haciendo un seguimiento más frecuente (cada trimestre) que pretende combinar variaciones de corto plazo con la persistencia ya conocida de medio-largo plazo de este tipo de indicadores.

Las personas con discapacidad constituyen un colectivo expuesto en mayor medida a distintas dimensiones de la vulnerabilidad. Por ello, pensamos que se merecen un mejor seguimiento y una mayor visibilidad. Dada la cercanía temporal con nuestro último volumen sobre el colectivo, en este documento nos centramos en el análisis del impacto de la pandemia del COVID-19 sobre este colectivo (en lo que respecta a su participación en el mercado de trabajo).

Antonio Jesús Sánchez Fuentes

Antonio Jesús Sánchez-Fuentes, Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI-UCM)

Codirector del Grupo UCM de investigación “Políticas Públicas: Análisis Económico Aplicado”

  1. Las personas con discapacidad constituyen un colectivo expuesto en mayor medida a distintas dimensiones de la vulnerabilidad. Por ello, pensamos que se merecen un mejor seguimiento y una mayor visibilidad. Dada la cercanía temporal con nuestro último volumen sobre el colectivo, en este documento nos centramos en el análisis del impacto de la pandemia del COVID-19 sobre este colectivo (en lo que respecta a su participación en el mercado de trabajo).
  1. La prevalencia de la discapacidad en España se sitúa en 2023 en el 6,2%, alcanzando un máximo de 6,3% durante la pandemia. Es un colectivo con más hombres (56% del total) y más envejecido que el resto de la población, con mucho más peso de la franja de 45 a 64 años (72,9% frente a 45% en 2023). Así, queda claro que tener discapacidad es, en muchos casos, una característica personal adquirida a lo largo de la vida.
  1. En términos agregados, tras un aumento alto en 2020 (+56.400) se observa un crecimiento suave pero sostenido del número de personas (+3,375 anuales) y mayor presencia de hombres (56% del total en 2023, 56,8% en 2019).
  1. Según tipos de discapacidad, se observa una mayor incidencia de las discapacidades físicas (45,6%), seguidas de las enfermedades mentales (315.200 personas en 2023), seguidas de las discapacidades intelectuales (199.800) y sensoriales (191.800). Respecto a 2019, sube el número de personas con discapacidad física (+55,200), sensorial (+12.500), e intelectual (+7.400) y baja el número de personas con enfermedad mental (-3.700).
  1. Se observa además que son los de menor grado (33 a 40%) los que representan un mayor porcentaje del total (38,2%, +2,1% desde 2019).
  1. Parece evidente que, en muchas ocasiones, cualquiera de las formas de discapacidad reconocidas oficiales puede generar dependencia. En conjunto, se observa una tasa de dependencia del 17,3%, un 0,8%% más que en 2019. Según características vemos que mientras que el sexo tiene poca relevancia, y que es la edad junto con las características propias de la discapacidad lo que condiciona las posibilidades funcionales de estas personas.
  1. Por ejemplo, mientras menos de uno de cada diez personas con discapacidad sensorial son dependientes, uno de cada dos personas con discapacidad intelectual sí lo son. El grado de discapacidad, como cabría esperar, también es un factor determinante fundamental, teniendo aquellos/as con más del 75% un diferencial de dependencia de 60 puntos porcentuales respecto a los de grado más bajo.
  1. Los hogares de parejas con hijos son los más numerosos en la distribución (36,9% en 2023, 39,7% en 2019) seguidos por los hogares no nucleares que representan un 22,6% (+4,3% en 2019). Al contrario, los monoparentales con hijos (9,3%) son los menos representados, y registrando un descenso del peso relativo de 2,4% desde 2019.
  1. En el 61% de estos hogares no conviven ni menores de 16 años ni mayores de 64 años (+0,8% desde 2019), frente a aquellos/as donde sí viven simultáneamente menores y personas mayores que no alcanzan el 2% (1,8% en 2023, +0,1% desde 2019). Dentro de cada categoría, se observa que es mucho más probable la presencia de mayores de 64 que la de los menores (16,9% frente a 6,3% en 2023).
  1. Se observa una baja incidencia de hogares (8,4% del total, +0,3% respecto a 2019) donde todos sus miembros en edad de trabajar están ocupados, circunstancia que puede estar asociada a la necesidad de atención a este colectivo.
  1. En el ámbito educativo, obtenemos que las personas con discapacidad presentan pesos relativos mayores para el nivel educativo más bajo (+18 puntos básicos en 2019, +15 en 2023) y menores para el más alto (20 puntos porcentuales menos), lo que nos indica su peor posición relativa en cuanto a la formación, pudiendo impactar además en el acceso al mercado de trabajo. También, según tipo de discapacidad, obtenemos diferencias significativas entre las categorías, con peores niveles educativos para el colectivo de discapacidad intelectual.
  1. En el mismo ámbito, también el grado de discapacidad muestra un patrón claro respecto a la consecución de los distintos niveles, con mayores pesos de niveles superiores para los de menor grado de discapacidad.
  1. En cuanto a los indicadores de empleo, observamos para todas las categorías una importante brecha para el colectivo de personas con discapacidad con diferenciales negativos importantes para participación (-47,3% para ellos, -38,8% para ellas), empleo (-45,9% hombres, -35,4% mujeres) y, también desempleo (+9,4% hombres, 5,6% mujeres).
  1. Asimismo, observamos una edición más cómo las brechas de empleo según género desaparecen para este colectivo, indicando que tener una discapacidad iguala a la baja a ambos sexos.
  1. Según grupo de edad, observamos un mejor comportamiento en el empleo para los de 25 a 44 años, a pesar de la importante diferencia que se registra en términos de participación. También se observa para los/as más jóvenes enormes dificultades con tasas de empleo y paro de 11,9% y 45,2%, respectivamente. No obstante, se observa una mejora de esta situación durante el periodo aquí analizado (10,2% y 56,4% en 2019).
  1. Según tipo de discapacidad, las diferencias en el empleo son mayores para los trastornos mentales e intelectuales, con cifras próximas al 30% en participación, mientras que las tasas de actividad de personas con discapacidad física (41,9%) y sensorial (51,1%) son superiores. Asimismo, la dinámica observada durante la pandemia es relativamente positiva con mejoras marginales de los indicadores.
  1. Finalmente, el grado de discapacidad es un factor fundamental para explicar las diferencias registradas en los indicadores de empleo. Así, las diferencia en actividad y empleo se duplican/triplican para grados de discapacidad superiores.
  1. Los últimos datos muestran que el 22,2% disfrutó de bonificación o reducciones en sus cuotas de cotización durante 2023, aunque el porcentaje ha disminuido desde 2019 (-4,5%). Además, este porcentaje crece con el grado de discapacidad (64,2% para los de 75% o más) y aquellos/as con discapacidad intelectual (uno de tres). También observamos que las diferencias según sexo han aumentado en este periodo.
  1. Dos de cada tres personas con discapacidad tienen una prestación y, las personas con discapacidad tienen una prestación y, aunque presenta estabilidad respecto al año base (68,1% en 2019), sí que observamos una gran heterogeneidad según las características. Por ejemplo, esta cifra aumenta con la edad y con respecto a las características que más dificultades de acceso y consolidación venían mostrando en gráficos anteriores (grados altos, personas con discapacidad intelectual y enfermedades mentales).
  1. Los gráficos obtenidos con los últimos datos disponibles muestran con claridad cómo los diferenciales negativos del colectivo se han ampliado desde el año de referencia (2019), indicando un empeoramiento relativo de los salarios percibidos por este colectivo durante la pandemia. También, que la brecha salarial entre las personas con discapacidad y el resto de la población manifiesta un comportamiento heterogéneo según características.
  1. Según sexo, la diferencia se ha reducido desde el año 2019 por la mayor subida de la brecha por discapacidad en el caso de los hombres durante este periodo (+0,8 euros para ellos, frente a +0,2 para ellas). Según la edad, los de edad avanzada (45 años y más) son los/as que sufren una mayor penalización durante la pandemia.
  1. El tipo de jornada también condiciona el impacto, siendo mayor para los hombres con contratos a tiempo completo (3,2 vs 2,3). Seguidamente, el tipo de contrato también afecta. En especial, a los hombres con contrato con duración determinada, que se han visto especialmente perjudicados por la pandemia. Finalmente, según el tipo de ocupación se observa que son aquellos/as con menos cualificación quienes tienen una mayor brecha salarial. En 2019, sin embargo, eran los de más cualificación los que lideraban en este indicador.
  1. En términos anuales, podemos también analizar la pérdida salarial relativa de las personas con discapacidad. La pérdida en términos agregados se sitúa en 2022 en 18,7%, un 2,6% más que en 2019. Los trabajadores hombres, de ocupación baja, mayores de 30 años, son los que registran diferenciales mayores (en términos absolutos).
  1. Los resultados indican una peor posición relativa de los/as personas con discapacidad intelectual (+40,7 en el primer cuartil) y enfermedad mental (+27,5), que están concentrados mayoritariamente en el primer cuartil, frente a las personas con discapacidad física y, sobre todo, sensorial que registran diferencias menores a 5 puntos y en percentiles superiores.
  1. Al analizar la vida laboral de las personas con discapacidad, se observa un gran diferencial respecto al porcentaje de quienes están en alta laboral (+50 pp para hombres y mujeres) si no se tiene discapacidad. Al contrario, el 70-80% de personas con discapacidad reciben una pensión contributiva de la Seguridad Social. Según sexo, los patrones son similares.
  1. Según edad, los últimos datos confirman que los diferenciales de alta laboral se van consolidando conforme se avanza en el ciclo vital. Así, mientras los pesos de las personas sin discapacidad están alineados con el conjunto de la población para todos los grupos, en el caso de las personas con discapacidad se va retrocediendo paulatinamente con los años.
  1. Respecto al año de referencia (2019), se aprecia que los/as mayores de 25 años con discapacidad en alta laboral han ganado peso relativo dentro de la distribución, justo lo contrario de lo que observamos con la categoría “pensiones contributivas”. Esto nos informa de su mayor participación en el mercado de trabajo, algo sin duda positivo para ellos/as y, también, para el conjunto de la sociedad.
  1. Según tipo de discapacidad, los resultados indican que son las personas con discapacidad intelectual quienes están en alta laboral en una mayor proporción (respecto al total de esa categoría) mientras que son las personas con discapacidad física quienes registran un peso relativo menor. Durante la pandemia, se registra una mayor presencia del colectivo en el mercado de trabajo, con incrementos superiores para las personas con discapacidad intelectual y aquellos/as que sufren enfermedades mentales.
  1. En cuanto al grado, se obtiene el perfil esperado con una clara relación inversa con la categoría de alta laboral y una directa en lo relativo a la percepción de pensiones de la Seguridad Social. Así, si el 20% de las personas con una discapacidad del 33% al 44% están de alta laboral, frente al 9,2% de los de más del 65%.
  1. Se observa un ligero descenso en la incorporación al mercado de trabajo desde 1960. Frente a las personas sin discapacidad, el colectivo de personas con discapacidad presenta una incorporación en torno a los 20 años, con un diferencial negativo (o sea, se incorpora antes) que se ha ido reduciendo a lo largo de estas décadas. También se ha ido reduciendo la brecha de género que se venía produciendo en este indicador para las cohortes de más edad.
  1. También medimos el impacto de la pandemia sobre este indicador, que ha provocado un retraso de 1,2 años en la incorporación de los hombres con discapacidad al mercado de trabajo (frente a 0,4 de ellas).
  1. En cuanto al número de afiliaciones, 7,4 de cada 10 trabajadores con discapacidad tiene una sola durante el año (por encima de los que no la tienen), circunstancia que además ha mejorado durante la pandemia. De hecho, 8,2 de cada 10 trabajan sólo para una sola empresa. No obstante, 2 de cada 10 trabaja menos de 6 meses lo que seguro debilita el desarrollo de sus proyectos vitales.
  1. Según la clasificación de la actividad económica, se observa una especial concentración de los/as trabajadores/as con discapacidad en las actividades administrativas y auxiliares -uno de cada cinco, frente al 15% de los que no tienen discapacidad- y en las actividades sanitarias y de servicios sociales, que aglutina a uno de cada seis.
  1. En resumen, la visión conjunta de los indicadores laborales nos muestra que si bien observamos indicios de estabilidad para el colectivo de personas con discapacidad (incluso por encima del conjunto de la población sin discapacidad en algunas categorías), también es cierto que su presencia es menor en las categorías superiores (grupos 1-2 de cotización, por ejemplo) y con una concentración sectorial muy clara.

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