Observatorio de familia.
Volumen VII: Situaciones de especial vulnerabilidad: Personas y hogares según presencia de discapacidad
Volumen VII: Situaciones de especial vulnerabilidad: Personas y hogares según presencia de discapacidad
En este Volumen VII damos visibilidad a un colectivo expuesto en mayor medida a distintas dimensiones de la vulnerabilidad y que, sin duda, merece una mayor visibilidad.
Siendo además una circunstancia en muchos casos adquirida a lo largo de la vida, la debemos abordar no desde el enfrentamiento entre capacidad/discapacidad -que son términos excluyentes-, sino como igualdad/diferencia que son términos perfectamente compatibles entre sí, porque los seres humanos son a la vez iguales y diferentes.
Antonio Jesús Sánchez-Fuentes, Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI-UCM)
Codirector del Grupo UCM de investigación “Políticas Públicas: Análisis Económico Aplicado”
- Las personas con discapacidad constituyen un colectivo expuesto en mayor medida a distintas dimensiones de la vulnerabilidad y que, sin duda, merece una mayor visibilidad. También en términos estadísticos, donde se excluyen estas características de encuestas con mayor periodicidad que facilitarían su estudio y análisis.
- La prevalencia de la discapacidad en España se sitúa en 2022 en el 6,3%, un 0.6% más desde 2014. Es un colectivo con más hombres (60% del total) y más envejecido que el resto de la población, con mucho más peso de la franja de 45 a 64 años, reafirmando una edición más, que ser discapacitado es, en la mayoría de los casos, una característica personal adquirida a lo largo de la vida.
- En términos agregados, se observa un crecimiento suave pero sostenido del número de personas con discapacidad reconocida (+201.500 desde 2014), con mayor presencia de hombres (54,3% del total en 2022).
- Según tipos de discapacidad, se observa una mayor incidencia de las discapacidades físicas (54,7%), seguidas de las mentales (337.200 personas en 2022), seguidas de las intelectuales (201.000) y sensoriales (183.200).
- Se observa además que son los de menor grado (33 a 40%) los que representan un mayor porcentaje del total (46,3%). De hecho, son los más que han aumentado más desde 2014 (casi 200.000 personas más) frente a una relativa estabilidad del resto de categorías.
- Parece evidente que, en muchas ocasiones, cualquiera de las formas de discapacidad reconocidas oficiales genera dependencia. En conjunto, se observa una tasa de dependencia del 16,3%, un 1,3% más que en 2014.
- Según características vemos que mientras que el sexo tiene poca relevancia, y que es la edad junto con las características propias de la discapacidad lo que condiciona las posibilidades funcionales de estas personas. Por ejemplo, mientras menos de uno de cada diez personas con discapacidad sensorial son dependientes, uno de cada dos personas con discapacidad intelectual sí lo son. El grado de discapacidad, como cabría esperar, también es un factor determinante fundamental, teniendo aquellos/as con más del 75% un diferencial de dependencia de 50 puntos porcentuales respecto a los de grado más bajo.
- Los hogares de parejas con hijos son los más numerosos en la distribución (36,9% en 2022) seguidos por los hogares no nucleares que representan un 20,8%. Al contrario, los monoparentales con hijos (11,4% en 2022) y los unipersonales (14,5%) son los menos representados.
- En el 60% de estos hogares no conviven ni menores de 16 años ni mayores de 64 años, frente a aquellos/as donde sí viven simultáneamente menores y personas mayores que alcanzan el 1,4% en los últimos datos publicados. Dentro de cada categoría, se observa que es mucho más probable la presencia de mayores de 64 que la de los menores (17,6% frente a 6,6% en 2022).
- Se registra una incidencia relativa de la presencia de personas con discapacidad superior al promedio en aquellos hogares donde no todos sus miembros en edad de trabajar están ocupados (con diferenciales que rondan el 10%), circunstancia que puede ser consecuencia de la necesidad de atención a este colectivo.
- En el ámbito educativo, obtenemos que las personas con discapacidad presentan pesos relativos mayores para el nivel educativo más bajo (+15 puntos porcentuales) y menores para el más alto (15-20 puntos porcentuales menos), lo que nos indica su peor posición relativa en cuanto al acceso al mercado de trabajo y, posiblemente, la presencia de mayores dificultades en su proceso formativo o educativo. También, obtenemos peores niveles educativos para el colectivo de discapacidad intelectual.
- En el ámbito educativo, también el grado de discapacidad muestra un patrón claro respecto a la consecución de los distintos niveles, con mayores pesos de niveles superiores para los de menor grado de discapacidad.
- En cuanto a los indicadores de empleo, observamos para todas las categorías una importante brecha para el colectivo de personas con discapacidad al registrar discapacidad al registrar menores tasas de participación y empleo y mayores tasas de paro, con diferenciales negativos que se sitúa en torno al 40%, al 50% o al 10% en función de si hablamos de participación, empleo o desempleo.
- Asimismo, observamos una edición más cómo las brechas de empleo según género desaparecen para este colectivo, indicando que ser discapacitado/a iguala a la baja a ambos sexos.
- Según grupo de edad, observamos un mejor comportamiento en el empleo para los de 25 a 44 años, a pesar de la importante diferencia que se registra en términos de participación respecto al resto de la población (40-50 puntos porcentuales). También se observa para los/as más jóvenes enormes dificultades con tasas de empleo y paro de 13% y 48,1%, respectivamente.
- Según tipo de discapacidad, las diferencias en el empleo son mayores para los trastornos mentales e intelectuales, que registran una brecha de participación y/o empleo que casi duplica la observada para aquellos/as con discapacidad sensorial.
- Finalmente, el grado de discapacidad es un factor fundamental para explicar las diferencias registradas en los indicadores de empleo. Así, las diferencia en actividad y empleo se duplican/triplican para grados de discapacidad superiores.
- Los últimos datos muestran que el 23,6% de los ocupados con discapacidad disfrutó de bonificación o reducciones en sus cuotas de cotización en 2022. Además, este porcentaje crece con el grado de discapacidad (uno de cada dos para los de 75% o más) y aquellos/as con discapacidad intelectual (uno de tres).
- Dos de cada tres personas con discapacidad tienen una prestación y, aunque las cifras son estables respecto al año base, sí que observamos una gran heterogeneidad según las características.
- Por ejemplo, esta cifra aumenta con la edad y con respecto a las características que más dificultades de acceso y consolidación venían mostrando en gráficos anteriores (grados altos y/o tipologías como la mental y la intelectual). Parece, por ello, que, tras no ser integrados en el mercado de trabajo, estas prestaciones son una vía para garantizarles los recursos necesarios.
- Los últimos datos publicados indican que la brecha salarial (negativa) de este colectivo respecto al de personas sin discapacidad se ha ampliado desde el año de referencia (2010), indicando un empeoramiento relativo de los salarios percibidos por este colectivo desde entonces.
- También, que la brecha salarial entre las personas con discapacidad y el resto de la población manifiesta un comportamiento diferenciado según características.
- Según sexo, la brecha salarial es mayor para los hombres, aunque, desde el año 2010, ha subido más la brecha de las mujeres. Según la edad, los de edad intermedia (30 a 44 años) son los/as que sufren una mayor penalización. El tipo de jornada también condiciona el impacto, siendo mayor para aquellos/as con contratos de tiempo completo. Finalmente, el tipo de contrato afecta, sobre todo, a los hombres con contrato indefinido.
- En términos anuales, podemos también analizar la pérdida salarial relativa de las personas con discapacidad. La pérdida en términos agregados se sitúa en 2019 en 17,2 %, un 7,2% más que en 2010.
- En el caso de las mujeres con discapacidad, la pérdida salarial con respecto a las mujeres sin discapacidad ha aumentado 10 puntos porcentuales aproximadamente en la última década, por lo que enfrentan penalizaciones añadidas que ya han aparecido en volúmenes previos como, por ejemplo, la maternidad y/o los cuidados familiares.
- Los resultados indican una peor posición relativa de los/as de discapacidad mental e intelectual (concentrados mayoritariamente en el primer cuartil) frente a las personas con discapacidad física y, sobre todo, sensorial que registran diferencias menores a 5 puntos y en percentiles superiores.